Es difícil que
se repita la genialidad de ciertas personas que nunca pasan ni pasarán de moda
como es el caso de la gran Safo de Lesbos, la mujer más famosa
de Grecia, quizás más que Helena. Fue Platón quien la llamó la décima musa. Los
antiguos se referían a ella simplemente como “la poetisa”, pero hoy ese término
puede causar la impresión equivocada: una vida entera sobre un escritorio o una
laptop, recitales (aquí y allá) en pequeños cafés. Safo era realmente una
canta autora. Como Joni Mitchell o Bod Dylan,
ella escribía la música y las letras, e interpretaba sus canciones en público.
Autores antiguos adoraban citar líneas de su trabajo, pero hasta donde sabemos cuando lo hacían, los lectores escuchaban en sus cabezas ciertas melodías famosas junto con las palabras. Desafortunadamente, a pesar que papiros antiguos con música han aparecido y que los clasicistas están cada vez más seguros acerca de cómo sonaba la música griega, las melodías de Safo, al igual que el noventa por ciento de su poesía, se ha perdido. A pesar de esto, dada la deslumbrante reputación de Safo, la tentación de reconstruir cómo sonaban sus poemas en una interpretación, ha probado ser difícil de resistir para los clasicistas. Últimamente, Stephen Daitz, un profesor de cultura clásica, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar cómo sonaba la antigua épica, lírica y dramaturgia griega cuando era interpretada. Entre los textos que Daitz grabó antes de su muerte, está el poema que los clasicistas conocen como el Fragmento 1 de Safo. La única obra de ella que nos ha llegado intacta, es una cacofonía pícara y encantadora, en la forma de un himno a la diosa del amor, Afrodita. En él, el hablante lírico pide ayuda a la divinidad para “otro” affair amoroso con una chica hermosa. El poema es compuesto en un esquema rítmico que se dice Safo inventó, la llamada estrofa sáfica: cada estrofa de cuatro líneas consiste en tres líneas de metro idéntico de once sílabas de extensión, seguidos de una cuarta línea más corta de cinco sílabas.
Autores antiguos adoraban citar líneas de su trabajo, pero hasta donde sabemos cuando lo hacían, los lectores escuchaban en sus cabezas ciertas melodías famosas junto con las palabras. Desafortunadamente, a pesar que papiros antiguos con música han aparecido y que los clasicistas están cada vez más seguros acerca de cómo sonaba la música griega, las melodías de Safo, al igual que el noventa por ciento de su poesía, se ha perdido. A pesar de esto, dada la deslumbrante reputación de Safo, la tentación de reconstruir cómo sonaban sus poemas en una interpretación, ha probado ser difícil de resistir para los clasicistas. Últimamente, Stephen Daitz, un profesor de cultura clásica, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar cómo sonaba la antigua épica, lírica y dramaturgia griega cuando era interpretada. Entre los textos que Daitz grabó antes de su muerte, está el poema que los clasicistas conocen como el Fragmento 1 de Safo. La única obra de ella que nos ha llegado intacta, es una cacofonía pícara y encantadora, en la forma de un himno a la diosa del amor, Afrodita. En él, el hablante lírico pide ayuda a la divinidad para “otro” affair amoroso con una chica hermosa. El poema es compuesto en un esquema rítmico que se dice Safo inventó, la llamada estrofa sáfica: cada estrofa de cuatro líneas consiste en tres líneas de metro idéntico de once sílabas de extensión, seguidos de una cuarta línea más corta de cinco sílabas.
Es importante
agregar que las composiciones líricas de los antiguos griegos no se hacían únicamente
para ser leídas, sino para ser cantadas y acompañadas por algún instrumento
musical ya fuere la flauta, la lira o la cítara. Así, el poeta o la poetisa
creaba el poema y también componía la música y, en el caso de Safo,
célebre danzante, hasta los pasos de la danza para acompañarla. Safo
escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e
himnos, pero apenas se conservan algunos fragmentos de todos ellos. La poesía
de Safo
se caracteriza por la exquisita belleza de su dicción, su perfección formal, su
intensidad y su emoción. Los versos son tan apasionados como simples, y dejan
clara constancia de su atracción y relación con otras mujeres, aunque hay que
decir que Safo también tuvo amantes masculinos. Las dificultades que
enfrenta cualquiera que trata de reconstruir cómo sonaba el griego clásico son
enormes, a causa de la peculiar complejidad de los lenguajes, como el griego,
en el cual la extensión de una sílaba y su acentuación son dos cosas distintas.
La segunda cosa sobre la grabación de Daitz del Fragmento 1, que puede
parecer un poco raro es la calidad interpretativa de la voz que sube, se
sumerge y aúlla alrededor del material musical. Esto es porque el griego
antiguo era un lenguaje con acento tonal, un poco como el chino es hoy. Por su
parte, un capolavoro de la música étnica culta, con arreglos refinados y la
calidad de las cantantes y los instrumentistas, crearon una obra imperdible.
Soberbiamente sostenida por la voz de Nena Venetsanou, y rodeada con
excelentes músicos, Angélique Ionatos materializa en un disco a Safo.
Angélique
Ionatos no busca una reconstitución arqueológica de la poesía antigua:
a veces canta en griego antiguo, a veces lo hace en griego moderno, poniendo su
voz a las traducciones del Premio Nobel de Literatura, el poeta griego Odysseus
Elytis, con una música que resume distintas influencias orientales y
vuelve especialmente modernos estos fragmentos de poemas rescatados desde el
tiempo. Está editado en 1991 y su título es Safo de Mitilene.
θέλω τί τ'είπην, αλλά με κωλύει αίδως.
αι δ'ήχες έσλων ίμερον η κάλων
καί μή τί τ'είπην γλωσσ'εκύκα κάκον,
αίδως κέν σε ούκ ήχεν όππα-
τ'άλλ'έλεγες περί τω δικαίως.
γλυκηά μάτερ ου τοι δύναμαι κέεκην τον
ίστον πόθωι δάμεισα παίδως βράδιναν
δι' 'Αφροδίταν.
QUIERO DECIR ALGO
Quiero decir algo, pero el pudor me impide.
Si tuvieras deseos de bondad y belleza
y no fuera algo malo lo que tu lengua agita,
no tendrías pudor entre los ojos,
y hablarías de ello limpiamente.
Dulce madre mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos.
Afrodita me ha llenado el corazón
de amor a un bello adolescente
y yo sucumbo a ese amor.
Estatua de Safo en Mitilene |
La cama de Safo de Charles Gleyre (1867) |
Safo de Lesbos |
Safo y Alceo de Lawrence Alma-Tadema (1881) |
Safo y Erina en un jardín en Mitilene de Simeon Solomon (1880) |
Safo y Faón (Jacques-Louis David, 1809) |
Safo, pintura de Charles-August Mengin (1867) |
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