La Farota es una danza masculina del Carnaval de Barranquilla. A
pesar de ser una de las manifestaciones más antiguas de la Costa Caribe
colombiana, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XVII, la danza de
las Farotas,
nacida en la población de Talaigua Nuevo, en la isla de Mompox, es una de las
agrupaciones de más reciente participación en el Carnaval de Barranquilla. El
nombre Farota lo tomo la danza de las tribus indígenas farotos, que
asentaron sus dominios en la isla de Mompox, junto a otras comunidades
aborígenes. La danza la integran trece hombres y un niño disfrazados de mujer,
vestidos con atuendos que usaban las españolas de las colonias: faldas amplias
con estampados multicolores, un delantal, una camisa manga larga que usaban los
campesinos y encima una pechera adornada con profusión de lentejuelas y
canutillos, un sombrero decorado con flores en la parte frontal, aretes largos
y extravagantes, en remedo de mujeres en obvio plan de seducción, una gola en
el cuello, maquillaje femenino en exceso y un paraguas que mueven en su mano
derecha al compás de la música. La Farota representa con su baile, los
festejos que anualmente hacían los farotos para celebrar un acontecimiento que
marcó la historia de esta cultura. Según cuenta la leyenda, con la llegada de
los conquistadores españoles, comenzaron los abusos contra las mujeres, ya que
los invasores no sólo fijaron sus apetitos en las riquezas naturales sino
también en la belleza de las nativas. Ellas, honestas con sus maridos, no les
correspondían en sus amoríos, pero los españoles las sometían a la fuerza, las
violaban, las convertían en sus concubinas y prostituían a las niñas. En un
momento, que los historiadores fijaron en el año 1610, los caciques Mompox y
Talaigua, cansados de tantos atropellos, formaron una alianza para vengar las
afrentas.
Los indígenas, para defender a sus mujeres, vistieron a doce de los más
bravos guerreros con ropas similares a las de las mujeres españolas, y los
escondieron en sus bohíos (viviendas). Cuando los españoles llegaron a la
comunidad a lo acostumbrado con las mujeres, se encontraron con los aborígenes
vestidos de mujer, quienes los ajusticiaron a lanzazos. A esos doce guerreros
se les unió el cacique Talaigua, por eso el número de danzantes en la Farota
es trece. Este suceso trascendió en toda la zona y representó para los
aborígenes una hazaña, que todos los años festejaban con parrandas y bebidas
embriagantes. En la celebración volvían a vestirse como mujeres para recordar
el hecho y danzaban al compás de sus ritmos autóctonos. Esta diversión tuvo
tanto arraigo que pasó a convertirse en una danza ritual, con la que rendían
homenaje al dios Chiguá cuando las mujeres estaban próximas a parir, por el
parto propiamente dicho y luego por el nacimiento del descendiente. También la
adoptaron para épocas de siembra, de cosechas y de matrimonios. La tradición
cuenta que estos festejos se extinguieron con el paso del tiempo, hasta que en
1887 fue rescatada para las fiestas de carnaval y Corpus Christi. Desde esa
época, siete familias la han conservado. Durante ese tiempo han pasado veinte
mamás, quienes representan al cacique Talaigua danzando solo en medio de dos
filas de seis bailarines. Si bien la danza es de composición exclusivamente
masculina con vestuarios femeninos, los movimientos son marcadamente varoniles.
El componente musical juega un papel importante ya que genera la coreografía de
la danza. El “Son de Lavada”, con su ritmo lento inicial, es una especie de
introducción que se realiza en honor al dios Chiguá, a quien le piden fuerza
para lavar. La danza toma desarrollo y va a su parte final con un aire musical
movido, alegre, una especie de variante de la Guacherna, ritmo que en
esa región se conoce como Perillero.
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