La Refalosa, o Resbalosa, es una danza que
pertenece al gran ciclo de los bailes picarescos que descendieron de Perú y
Chile, y de ahí a la Argentina, según el itinerario habitual para los elementos
culturales que se mantuvo mientras Lima ejerció la hegemonía continental. De su
aceptación en el Perú la menciona el marinero inglés Max Radiguet, que en 1844
estuvo en Lima y vio bailar la Resbalosa por un negro y una zamba (mestiza
descendiente de negro y aborigen).
Rediget había llegado a Perú en 1841 y estuvo allí hasta 1845, publicando sus recuerdos en 1856 en su libro "Souvenirs de "I Amérique Espagnole". Dejó escrito que para 1844 la Zamacueca y la Resbalosa apenas encontraban intérpretes en los salones, por lo que se deduce que estaban en decadencia en ese país. Hacia 1835 la Resbalosa emigró a Chile, donde fue una danza muy popular. Domingo Faustino Sarmiento en su artículo “Un viaje a Peñaflor”, publicado en “El Progreso”, el 27 de febrero de 1843, mientras estuvo exiliado en el vecino país, dice que la preferencia de los bailarines son “la Zamacueca y la Resbalosa”. De Chile, la Resbalosa llegó a Argentina, a los salones de la campaña cuyana, donde tuvo vigencia hasta 1860, y más débilmente a las provincias de Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero y Tucumán. El 17 de julio de 1848 se le hizo un beneficio a José Zapiola, y en el programa figuraban “nuevas Resbalosas”, lo que indicaba su ascensión a los escenarios. Respecto al nombre de la danza, se la asocia con una figura coreográfica en que los bailarines simulan resbalar.
Rediget había llegado a Perú en 1841 y estuvo allí hasta 1845, publicando sus recuerdos en 1856 en su libro "Souvenirs de "I Amérique Espagnole". Dejó escrito que para 1844 la Zamacueca y la Resbalosa apenas encontraban intérpretes en los salones, por lo que se deduce que estaban en decadencia en ese país. Hacia 1835 la Resbalosa emigró a Chile, donde fue una danza muy popular. Domingo Faustino Sarmiento en su artículo “Un viaje a Peñaflor”, publicado en “El Progreso”, el 27 de febrero de 1843, mientras estuvo exiliado en el vecino país, dice que la preferencia de los bailarines son “la Zamacueca y la Resbalosa”. De Chile, la Resbalosa llegó a Argentina, a los salones de la campaña cuyana, donde tuvo vigencia hasta 1860, y más débilmente a las provincias de Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero y Tucumán. El 17 de julio de 1848 se le hizo un beneficio a José Zapiola, y en el programa figuraban “nuevas Resbalosas”, lo que indicaba su ascensión a los escenarios. Respecto al nombre de la danza, se la asocia con una figura coreográfica en que los bailarines simulan resbalar.
La Refalosa llego al Plata en pleno gobierno de Juan Manuel de
Rosas. Durante la tiranía rosista, el nombre de la danza fue célebre, pues era
el nombre que la mazorca daba al degüello. El musicólogo Carlos Vega dice: “el
eufemismo de hacer bailar o cantar la Refalosa al vencido, ocultaba la
consumación del sacrificio”. Esteban Echeverría menciona en “El
Matadero” que un hombre “cantaba al son de la guitarra la Resbalosa, tonada de
inmensa popularidad entre los federales”. El poeta gauchesco Hilario
Ascasubi utilizó la palabra en sentido figurado en varias de sus obras.
La Mediacaña
era un baile muy popular entre los federales y así el nombre de una danza se
añadió a la otra”. La Mediacaña Refalosa, probablemente fue
una variante de los dos bailes criollos, pero que no llegó a nuestros días. El
maestro Carlos Vega señala que el adjetivo resbalosa era usado
antiguamente para designar el zapateo escobillado o escobillado. Jorge
Furt establece dos versiones coreográficas, la andina y la
mediterránea. La versión que se bailó en el centro y en el sur llevaba
castañetas, mientras que la otra, pañuelo, siendo muy semejante a la que se
realiza en Chile. La versión andina revela en su coreografía y su letra, gran
relación con la Zamacueca. Esto puede indicar que se trata de una forma
derivada de la Zamacueca, o bien que es una forma independiente que compartió
el apogeo con ella. En cuanto al origen de la Resbalosa, se dice que es
una danza picaresca descendiente de antiguas danzas europeas, que en su andar
por tierras nuevas, fue conquistando elementos que le aportaron sucesivas
reelaboraciones populares hasta culminar en la versión que ahora conocemos.
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