La Llamerada es una de las más antiguas danzas del folklore
boliviano. En sus orígenes pertenece a la nación Aymará. Los Allenqapacs fueron
un pueblo especializado en la cría de llamas, en los albores de las culturas
andinas, y eran tan organizados que los Incas tomaron su modelo para organizar
su imperio.
El nombre original de la Llamerada es Karwani. La vinculación con la llama y con los camélidos en general, data de la época pre-agrícola, hace más de cuarenta siglos. La llama, desde esos tiempos, les sirvió de alimentación, transporte y abrigo. Por eso aparecen pintadas en cuevas, cerámicas y esculpidas en piedra. Para muchas culturas precolombinas, la danza era arte y magia. Para que lo bailado se produzca en la realidad, los llameros imitaban las escenas del pastoreo a fin de mantener el rebaño. La Llamerada ha cambiado en su sentido mágico y existen innovaciones en su coreografía, vestimenta, música y participantes, pero no ha dejado de representar la relación entre el hombre andino y los camélidos. Según la tradición, esta danza se remonta a un gran cerco humano en torno a los rebaños de camélidos; la gente obligaba paulatinamente a los animales a estrecharse en un anillo hasta llegar a tocarlos con las manos. Las llamas, alpacas y vicuñas capturadas eran esquiladas y los animales viejos o heridos pasaban a ser alimento. Concluido el rodeo se efectuaba la Huilancha, o el sacrificio de la llama propiciatoria, cuya sangre era ofrecida a los dioses.
El nombre original de la Llamerada es Karwani. La vinculación con la llama y con los camélidos en general, data de la época pre-agrícola, hace más de cuarenta siglos. La llama, desde esos tiempos, les sirvió de alimentación, transporte y abrigo. Por eso aparecen pintadas en cuevas, cerámicas y esculpidas en piedra. Para muchas culturas precolombinas, la danza era arte y magia. Para que lo bailado se produzca en la realidad, los llameros imitaban las escenas del pastoreo a fin de mantener el rebaño. La Llamerada ha cambiado en su sentido mágico y existen innovaciones en su coreografía, vestimenta, música y participantes, pero no ha dejado de representar la relación entre el hombre andino y los camélidos. Según la tradición, esta danza se remonta a un gran cerco humano en torno a los rebaños de camélidos; la gente obligaba paulatinamente a los animales a estrecharse en un anillo hasta llegar a tocarlos con las manos. Las llamas, alpacas y vicuñas capturadas eran esquiladas y los animales viejos o heridos pasaban a ser alimento. Concluido el rodeo se efectuaba la Huilancha, o el sacrificio de la llama propiciatoria, cuya sangre era ofrecida a los dioses.
En la interpretación actual, la Llamerada es una danza mimética, ya que
trata de imitar la vida diaria de los arrieros y los pastores, pero también
representa la vinculación ritual con la llama, por eso la vestimenta de los
danzantes es elegante y recupera antiguos signos de poder. Esta danza no sólo
representa la actividad económica más importante de los pueblos originarios de
los Andes, la cría de la llama, sino que también rememora la gigantesca tarea
de domesticación de los camélidos (guanacos, vicuñas, alpacas), realizada hace
más de cinco mil años y que desembocó en el desarrollo genético de la llama,
animal de mayor tamaño, excelente lana y mejor condición para la carga. En la
mayor parte de las danzas bolivianas, la mujer participa recién desde hace tres
décadas, pero en la Llamerada la mujer está presente desde tiempos antiguos,
porque las labores de arreo en Potosí eran actividades familiares. El atuendo
es una mezcla de antiguos elementos utilizados por los aymarás desde tiempos
precolombinos y coloniales hasta el Siglo XIX, con partes del vestuario aymará
actual. La montera es lo más típico, es cuadrada y rodeada de flecos y recuerda
el sombrero de las autoridades aymarás. El hombre lleva camisa de lana, de
bayeta o de seda, pantalón de bayeta, un aguayo de colores amarrado sobre el
pecho, faja multicolor y una soga enroscada en el sentido contrario del aguayo.
En las Llameradas más tradicionales, los hombres también llevan una careta de
yeso, con los labios fruncidos en actitud de silbar. Hombres y mujeres portan
en sus mano derecha una honda o karawa, símbolo de pastores y arrieros.
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