En los 70, el Rock cayó en una crisis de la que no lograba salir cuando por culpa del Punk y la Música Disco, se pusieron en duda sus valores y su supervivencia. Para mantenerse tuvo que recurrir a la más creativa de las culturas musicales, los afro americanos. La palabra clave es crossover. En la jerga de la música discográfica es el disco o artista que superan los límites de su público previsible, para entrar en otros mercados. Para la música popular norteamericana, los 80 han sido años de crossovers. Vale aclarar que las miles de radios que funcionan en EEUU tienen a la especialización en diferentes tipos de música. La rigidez de estos formatos –nada de lo que sonaba en una radio Country aparecía en una de Rock– se empezó a cuartear cuando algunos puntos del dial ampliaron su abanico de programación con la intensión de sumar nuevos oyentes a su audiencia. Luego llegaron MTV, Michael Jackson, las películas musicales como “Flashdance”, Prince, Madonna y la pasión por el breakdance. El resultado fue que se desdibujaron los límites entre los diferentes géneros a favor de un sonido más homogenizado. Eso significa que Kenny Rogers por ejemplo, artista Country, se destapó con discos semi discotequeros o baladas convencionales; Lionel Ritchie, antigua figura de los Commodores, compatibilizó temas de ritmo tropical con piezas para adormecer a amas de casa. Todo era viable: Michael Jackson batió todos los récords de las súper estrellas blancas con “Thriller” –más de cuarenta millones de ejemplares vendidos internacionalmente–; mientras que caras pálidas como Madonna, Culture Club o Hall & Oates, figuraban orgullosamente en las listas musicales negras. El crossover produjo monstruos prodigiosos como “Thriller”, que va desde una canción almibarada (The Girl in Mine, con Paul Mc Cartney), pasando por el Rock más duro en el tema “Beat it” con la guitarra de Eddie Van Halen. El protagonista de éste éxito fue Michael Jackson, un modoso muchacho negro que pasó la mayor parte de su vida bajo los focos, perfecta criatura del más puro show business. Los máximos triunfadores de los 80 organizaron sus carreras alrededor del crossover y aprendieron de sus errores. Prince, rechazado por los seguidores de los Rolling Stones en 1981, sedujo luego al público del Rock con sus invocaciones a Jimy Hendrix. Para Prince todo es trabajo. Y algo así ocurre con Madonna. Su resuelta voluntad de triunfar podría llegar a espantar a los protagonistas de la serie “Fama”. No tiene grandes recursos artísticos, pero exprimía hasta la última gota de su erotismo y personalidad. Madonna también es una maestra del camaleonismo musical. Debutó con insípidos temas discotequeros, pero endureció su envoltorio con Funk, sin descuidar algún toque melódico y recuerdos a los grupos de chicas, o Pop pegadizo con estribillos en español. Muchos músicos que triunfaron en la Dance Music habían conocido ya tiempos dichosos o mediocres en bandas de los 70, y no queriendo perderse en el anonimato renovaron sus planteamientos, su estilo, y afrontaron con mayor o menor suerte, los nuevos tiempos. En todos los casos la técnica más la experiencia estaban en sus manos. Así nos encontramos con bandas como Berlin, Huey Lewis and The News, Mr Mister o Wax; y con solistas reconocidos como Eric Carmen, Sheena Easton, Cyndi Lauper, Olivia Newton John o Gino Vanelli. Fue el éxito del momento: Rock, Funk y Tecno en variadas dosis. En términos generales la Dance Music tuvo un impacto favorable al desintegrar prejuicios y falsas fronteras. Efecto más que saludable para los artistas que han podido evadirse de los criterios raciales y tomar la autopista al éxito masico, aunque esto suponga en muchos casos, la renuncia de su individualidad a las leyes del crossover. El dilema no está entre encasillarse o venderse. Todos los músicos quieren vender lo mejor posible, el problema está en la magnitud de la contrapartida. Nada puede sorprender: estimados jazzeros se ponen al servicio de Sting, mientras que una sacerdotisa de la negritud como Tina Turner abjuró del Soul para vestir modelitos de Rock confeccionados por músicos británicos. Una Babel de estilos y ambiciones: el continente del crossover, parte tecnológico de la moderna música de baile.
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