El Carnavalito se bailó en América desde antes del descubrimiento y ha perdurado hasta hoy practicándose en la región noroccidental de Argentina. El pueblo jujeño es entusiasta de un carnaval que presenta matices autóctonos. Cuesta creer que una celebración de origen pagano se haya extendido por todos los pueblos de la Quebrada de Humahuaca y se continúa celebrando en el siglo XXI, mezclándose con los rituales prehispánicos como el culto a la Pachamama. Son nueve días de fiesta callejera con gente disfrazada que baila al ritmo del erque, el charango, los sikus y los bombos. Su preludio es el Jueves de Topamiento de Comadres, cuando las comadres se visitan, intercambian regalos y crean nuevas relaciones de comadrazgo, uno de los vínculos más sagrados que une a distintas familias lugareñas. El jueves siguiente ocurre el festival de la Chicha, cuando un jurado elige la mejor bebida preparada por las familias. La gran fiesta comienza el sábado por la mañana cuando las comparsas asisten a una misa callejera. Luego van a los cerros lindantes donde se encuentra una "apacheta" (montón de piedras que forman un mojón), junto al cual está enterrado el "pusllay"(diablo), Al desentierro asisten miles de personas, que luego bajan por el cerro bailando en doble fila al típico "saltadito" del carnavalito jujeño. Se dirigen a dar la vuelta al pueblo en medio de un ruido ensordecedor de la música. En lugar de agua se tira talco, pero nunca a los ojos.
La fiesta termina a las 6 de la mañana, y luego de 2 o 3 horas de sueño, todos salen otra vez a la calle repitiendo esta rutina 9 días. Durante los festejos es un gran honor ser "fusilado". Se invita a alguien a una casa, en la que se disponen varias mesas con unos quince tragos distintos, colocados en hilera. El invitado debe tomar de todas las copas, que por cierto no son livianas: vino, cerveza, chicha, gancia, whisky... y salir por la otra puerta por la que entró. Luego de 9 días de bailar y tomar, todo termina abruptamente. Llega el momento más triste, cuando las comparsas se dirigen a los mojones para enterrar al Puslay que debe volver al centro de la tierra. Cuando oscurece se enciende una gran fogata junto a la "pacheta" y los hombres disfrazados de diablos comienzan a llorar desconsoladamente. Durante estos nueve días se crean muchas parejas que duran solo ese tiempo y que a veces dejan secuelas, en algunos pueblos, durante octubre y noviembre aumenta el nacimiento de niños que son conocidos como "Hijos del Carnaval". El Carnavalito se baila en casi todo el norte jujeño sin distinción de clases sociales, es la forma más evolucionada y moderna de las grandes rondas colectivas prehistóricas. Tiene como base a las rondas, filas, círculos, ruedas y volteretas. El paso es sencillo, se trata de un trotecito ágil pero no violento ni saltado. Una mujer o un hombre con un pañuelo en la mano se encarga de dirigir. La música del Carnavalito deriva del Huayno peruano y la tradicional Jota española. Los Camavalitos son interpretados por bandas denominadas Buris, El coya con su canto, mezcla de penas y pesares, dice de su estado de ánimo tan personal que no puede reproducirse en otra región ni por otros personajes. Solo Coya puede ser el Carnavalito. Los instrumentos utilizados por las Buris son: la Zampona o Siku que es un instrumento de viento compuesto de varias flautas de diferentes diámetros y largos, tarka o pinguillo, flauta de grandes tubos de caña o de madera ahuecada con seis agujeros en hilera y uno lateral que produce la escala; quena; flauta de caña hueca que produce sonidos dulces con aires melancólicos; toyo, tipo de zampona de tubos mas gruesos que produce sonidos más graves; chullo chullo, patitas de cabra o caracoles anudados entre sí que al chocar producen sonidos rítmicos y sirven de acompañamiento; bombo, tambor grande y chato mas grande que la caja; anata, cilindro de madera perforado a lo largo por el centro y con seis agujeros (anata significa carnaval); erke, también llamado trompa o corneta, se construye con caña y cuero de la base de la cola del vacuno y que suena como un lamento lejano, erkencho, se compone de un asta de vacuno o caprino cortada en su parte más delgada a la que se inserta un pico para soplar; maracas, hechas con calabazas disecadas con las semillas en su interior, aunque el instrumento más representativo del carnavalito es el Charango, hecho con el caparazón de un armadillo y que consta de 5 pares de cuerdas. El decreto N° 3621 del 30 se septiembre de 1954, expedido por el Poder Ejecutivo de Jujuy, declaró música y baile regional de la provincia al Carnavalito de la Quebrada de Humahuaca. Este decreto hace referencia a la conveniencia de difundir las manifestaciones culturales autóctonas. De esto surgió que le Carnavalito humahuaqueño simboliza con total propiedad a la tierra jujeña y el sentir de su gente.
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